Marvin Camacho Villegas es uno de los compositores costarricenses más reconocidos y más ejecutados de su país hoy en día. Sus obras han trascendido las fronteras y han resonado ya en numerosos países de nuestro continente, en Europa y en Asia. Hoy a sus 50 años recién cumplidos, recuerda con afecto sus inicios en la música. Fue en su pueblo natal, Barva de Heredia, una zona que describe, en sus años de infancia, como una aldea tejida por pocos caseríos en medio de cafetales, en donde tuvo la oportunidad de tener su primer encuentro formal con la música. Como ha sucedido con muchos artistas latinoamericanos de su generación provenientes de zonas más allá de las metrópolis, la escuela primaria y la iglesia se convirtieron en sus incipientes plataformas de crecimiento musical. Fue así como a la edad de ocho años inició esta travesía, como cantante del coro de su pueblo. Su talento innato pronto despertó el interés de algunas autoridades y a corta edad le otorgaron una beca para estudiar canto en el Conservatorio de Castella, en el año de 1979. No obstante, allí descubrió que el piano era su primera verdadera pasión musical, aquella que también engendraba su vena creativa. Este medio siglo de vida lo celebra con la producción discográfica “Piano ritual” que vio la luz el pasado mes de octubre.
El canto fue el primer punto de contacto que tuvo usted con la música siendo niño. ¿Marcó esto de alguna manera la definición de su lenguaje de composición, por ejemplo de su música para piano?
Totalmente. El concepto de la melodía está muy presente en toda mi obra. Siempre he dicho que soy un compositor melódico, porque si bien utilizo ciertas polirritmias y diversos juegos en el entorno de la creación musical, no plasmo una obra sin melodía. Y es que sigue existiendo en mí el concepto del canto de manera muy arraigada. De una u otra forma siempre van a estar presentes cantos en mis composiciones. Esta noción es la que incluso me ha llevado a escribir obras en las cuales el pianista literalmente canta, y en las que concibo esa voz como parte de su cuerpo. El mismo fenómeno lo he incorporado en obras sinfónicas, como por ejemplo en la Fantasía para piano y orquesta, en la cual aparece un vocalise que realizan los músicos de la orquesta en contrapunto con el pianista solista.
Una parte importante de su producción como compositor está conformada por música para piano solo. Si se ordenara cronológicamente, ¿es este corpus de composiciones un buen medidor para observar el proceso de su evolución artística a través de los años?
Podría decirse que sí. Casualmente, hace pocos meses aparecieron unas piezas mías de juventud que yo había dado por perdidas. Poniendo en perspectiva el nivel elemental de esas obras en relación a las más actuales me hace hablar de una evolución, desde luego, si hacemos una comparación. Más que una evolución, de un cambio constante, de una ampliación de posibilidades sonoras, más que nada. Las obras de aquellos tiempos fueron pensadas totalmente siguiendo los parámetros de la tonalidad.
Y entonces, ¿cómo se podría describir Marvin Camacho en su lenguaje actual?
Una vez se me preguntó que si consideraba que mi música era original. Mi respuesta fue contundente: “Ni la mía, ni la de nadie”. Creo que todos somos la sumatoria de muchos elementos. Hoy por hoy, mi lenguaje es un híbrido de muchas vivencias, como lo somos todos los seres humanos. Si lo vemos desde el punto de vista del sonido, diría que se compone de lo tradicional mezclado con lo que la posmodernidad nos aporta, y la fusión entre la tonalidad, la bitonalidad y la atonalidad. Desde la óptica pianística, señalaría como mis rasgos el uso tradicional del piano ligado a las técnicas extendidas. Curiosamente, no tengo yo ninguna composición en la que utilice únicamente piano extendido, pues siempre existe una mezcla. Claro está que hay un juego entre todos estos conceptos en mi música.
Su paso por el Conservatorio de Castella le imprimió una identificación especial por otras disciplinas, tanto del área de las artes como de las letras. Esto resulta evidente en la conexión que hace en algunas de sus piezas de la última década con grandes clásicos de la literatura universal como La divina comedia.
En el Castella nos precisaban a cursar diversas disciplinas, diferentes a nuestra especialidad. Por ejemplo tuve que llevar clases de cerámica, que no resultó ser mi fuerte (ríe). Sin embargo, y entre esas cosas, uno de los talleres con el que más me logré identificar fue con el de literatura. A inicios de la década de los ochenta me inspiró grandemente la poesía de Osvaldo Sauma, y en 1982 publiqué mi primera obra literaria, que entonces llamé Los poemas del silencio. La literatura comenzó a ser parte importante en mí, pero en realidad he sido un asiduo lector toda mi vida, particularmente de poesía. He seguido escribiendo desde entonces, y en el 2004 publiqué el poemario De amor y deseo y me encuentro ahora finalizando otro, bastante extenso. Pero indudablemente, estos conceptos de la literatura –llámese poesía o novela– han sido una rica fuente de inspiración en Marvin Camacho para componer obras musicales. Las Tres sonatas dantescas para piano no son otra cosa sino La divina comedia de Dante, tratada y dibujada musicalmente a mi manera desde los sonidos del piano, en esa recorrido por el infierno, el purgatorio y el paraíso.
También tiene un acercamiento especial con El Quijote de Cervantes, e incluso ha participado de seminarios en España sobre esta temática, ya que le ha dedicado varias de sus obras. Una de las ellas forma parte de su nuevo disco Piano ritual.
Efectivamente. Pero en las Tres quijotadas de un hidalgo existe una alusión al texto que no es literal, como sí sucede en las Sonatas dantescas. Allí hago más bien una reinterpretación particular del Quijote en cada uno de los movimientos. La primera lleva como epígrafe “Los molinos de Don Quijote eran más grandes y temibles de lo que él pensó”, aludiendo a una reinterpretación poética de la escena de la visión que tuvo el personaje al verse lidiando contra los molinos convertidos para él en monstruos. Así pues, en el segundo movimiento recreo una habanera que figura “De cómo Dulcinea bailaba en el país imaginario de Don Quijote” y cierro en el último número con la interrogación “¿Habrá una tercera salida?” Y es que, ¿se ha preguntado usted por qué Don Quijote salió dos veces y no tres? Allí la reinterpretación más que literaria es, si se quiere, filosófica: un cuestionamiento en torno a cuántas salidas se requieren en el planeta para que los quijotes cambien el mundo. Al final, la incógnita se responde con una frase extraída de uno de los últimos capítulos, en que el protagonista manifiesta que “Nada me acobarda, ni a nada le temo”, y por tanto finalizo mutando deliberadamente la pregunta originadora por una afirmación: “Habrá una tercera salida”, que el pianista debe declamar para culminar la obra.
¿La palabra entonces se convierte en aliada de la música, o viceversa?
La literatura en mi vida y obra está inmensamente ligada al sonido. Y no sólo ligada: así como concibo yo el canto como parte del cuerpo del intérprete, la palabra para mí es un instrumento más. En la cantata de los Salmos cotidianos incluí secciones en que los coros hablan, e incluso a veces lo hacen premeditadamente en desorden, causando que no exista un texto totalmente inteligible. Eso para mí es un instrumento más que se suma a la gama orquestal, desde el punto de vista tímbrico.
Su nueva producción discográfica lleva por título Piano ritual, y se compone de varias obras para piano, interpretadas por el pianista cubano Leonardo Gell. ¿Qué significa para Marvin Camacho un ritual en la música?
El concepto del rito o si se quiere “lo ritual” está muy presente en mí por mi propia formación religiosa desde niño. Provengo de una familia profundamente católica, y si existe un movimiento predominantemente ritualista dentro del cristianismo es el catolicismo. Viví con intensidad en el seno familiar y pueblerino los rituales del Jueves Santo, el Corpus Christi, las fiestas patronales… Mi padre era sumamente devoto y se preparaba con meses de antelación para la fiesta del Corpus Christi. A pesar de ser un hombre humilde, ahorraba mucho para esa festividad. ¡Fíjese usted que ya de por sí eso era un ritual, en preparación para otro ritual! Yo fui asumiendo esta actitud como parte de mi identidad, y puedo decir que en mi vida hay mucho de este concepto ceremonial. Durante otras fases en mi recorrido por el mundo experimenté una búsqueda religiosa, que incluso me llevó a estar en contacto con movimientos completamente diferentes, como el budismo. Volviendo la literatura, tengo muy presente un fragmento de El principito de Saint-Exupéry en que el zorro le indica al protagonista que deben encontrarse todos los días a las tres de la tarde, como parte de un ritual; el principito entonces increpa “¿Y qué es un ritual?”, a lo que el zorro replica: “Algo que los seres humanos han olvidado”… Es en esa forma de vivencia de Marvin Camacho en que el ritual ha estado presente en cada uno de los momentos de su vida. No es de ninguna manera una pose, sino una vivencia personal. Por eso, muchos de los títulos de mis composiciones, y desde luego las obras en sí, se relacionan con estos conceptos, entre ellas: Chamánicos para piano a cuatro manos, Trio ritual, el Concierto iniciático para piano y orquesta, y por supuesto los discos Rituales y leyendas y ahora Piano ritual. Indudablemente el rito está muy marcado dentro de mi forma de pensar.
¿Sería atrevido afirmar que sentarse a tocar el piano u otro instrumento, o bien a componer, contiene de por sí un proceso ritual?
De ninguna manera. Desde mi abordaje, asumo cualquier evento artístico como tal. Todo lo que hacemos previamente, toda la disciplina que implica la preparación para llegar a comulgar con un público, porque llegamos a hacer eso en realidad… En el escenario somos sacerdotes que subimos a practicar nuestro ritual musical y a contar nuestra propia historia, nuestra visión de mundo a un público que espera ver qué es lo que sucede allí. Somos un poco eso: sacerdotes musicales.
Puedo imaginar que para un compositor que tiene conceptos tan claros sobre su propia obra es tarea ardua encontrar quien interprete su música de la forma más certera. ¿Fue difícil encontrar el intérprete idóneo para Piano ritual?
Es una pregunta interesante. ¿Tiene que sentirse uno como compositor absolutamente presente en la interpretación de otros de su propia música? Uno de mis maestros, Mario Alfagüell, siempre ha dicho que el intérprete debe ser un co-autor de la obra, y que tiene una parte de “culpa” de lo que sucede en ella. Desde luego esto está también muy ligado al propio lenguaje del compositor y su manera de pensar y escribir música, y así lo refleja Mario en sus obras. En mi caso, yo sí dejo pautas muy claras, pero también opino que hay muchas cosas que el intérprete va a decir (musicalmente hablando) que el compositor no ha sabido manifestar; siempre va a expresar algo más que el compositor obvió por alguna razón, o bien, no tenía por qué decirlo. El intérprete siempre va a contribuir. Ahora bien, han habido casos en que he escuchado a pianistas tocando mis obras y me he sentido muy bien, en otras ocasiones menos bien, y en otros momentos en los que no llegué a entender si la obra era mía o de otra persona (ríe). En el caso de Leonardo Gell, a ambos nos une un ligamen muy especial, ya que él ha entendido muy bien lo que he escrito, me conoce como pianista, compositor, pero primordialmente como ser humano, desde mis bondades hasta mis debilidades. Existe una química de hermanos, que nos conecta en el mundo musical y espiritual. Aparte de esto, Leonardo ha estudiado con profunda seriedad mis obras para piano, ya desde un punto estrictamente académico, y eso le concede muchas más herramientas de comprensión de mis composiciones.
¿Cuáles han sido en este año sus rituales para celebrar sus cincuenta años de vida? Porque me imagino que han sido varios…
Así es. El propósito más importante fue la producción de este disco con obras significativas para piano. Como mencionaba antes, Leonardo Gell es para mí un hermano de vida y nos embarcamos juntos en este proyecto, ya que él también conmemoraba un número cerrado de cumpleaños (30 años) por lo que decidimos adrede celebrarlo con este disco. Durante este año también me he dedicado a visitar primarias y secundarias de diversas partes de Costa Rica. Me parece a mí que los compositores y creadores, tanto de la música como de otras artes, estamos obligados a acercarnos a los jóvenes. He tenido experiencias realmente formidables en zonas alejadas de la capital. En general los músicos tenemos un prejuicio de que los públicos de estos lugares no pueden fácilmente comprender o disfrutar la música contemporánea, y es todo lo contrario. En mis presentaciones siempre les hablo ampliamente sobre mi música, y eso sin duda los acerca al fenómeno artístico, al propiciar un contacto diferente, más personal. El paradigma de artista de los siglos pasados ya está en declive. Le toca al músico hacer un ritual diferente con el público y comunicarse con él. Aquel sacerdote que celebraba su misa de espaldas al pueblo ya no existe más; ahora está de frente al pueblo y hablando con él. Así debe de ser el artista de hoy.
Por: Manuel Matarrita – Fuente: www.manuelmatarrita.com