Aerofónicas demiúrgicas

Aerofónicas demiúrgicas

20151031Pensar desde el “sonido propio” memorias de “lo indígena”.

La música en el pensamiento de Marvin Camacho busca recuperar su poder ritual, invocando, como en la tradición chamánica, una especie de “motivos mágicos” que se repiten y articulan su proceso creativo. Y saber identificar este fenómeno, es un reto para quien pretenda interpretar su música.

Desde que comencé este proyecto de pensar la posibilidad de una escucha “otra” de la “música iberoamericana”, en comunión con una consideración crítica del “giro decolonial” y la Estética, la vida me ha dado la oportunidad de reencontrarme con raíces de mi propia formación. Y quizás sea la persona de Marvin Camacho, compositor y gran maestro costarricense, quien a través de su pensamiento me ayuda a vislumbrar esas sendas borrosas, esos “caminos de bosque”, que para Martin Heidegger y María Zambrano, -incluso el Ortega y Gasset de las Meditaciones del Quijote-, nos conducen hacia la posibilidad de pensar la discontinuidad de la experiencia humana, en este caso, conservada y construida a través de la materia sonora y musical.

Conversando con el maestro Camacho, he confirmado que la corpografía de la creación, el imaginario encarnado que construye cada compositor y compositora, requiere de herramientas hermenéuticas capaces de acercarse no sólo a la producción notada y grabada, sino al pensamiento simbólico y poiético. Estas herramientas nos obligan a pensar metodologías porosas, capaces de servir a preguntas de investigación que se acerquen a los fenómenos estudiados de manera “ergonómica” -si se me permite el término-, que no busquen demostrar teorías y posicionar “escuelas”, sino, acercarse a la complejidad de la persona humana.

Esto significa que necesitamos repensar cómo nos formamos, y cómo los programas disciplinarios se conforman. En los estudios sobre músicas y artes sonoras, la transdisciplinariedad ha sido y sigue siendo un objetivo importante, pero si una “decolonización de la escucha” es posible, creo que es en la vía del pensamiento “postnacional” y “postdisciplinar”. Obras como las del maestro Camacho nos ponen a prueba como académicos, su universo personal es tan complejo que reducirle a connotaciones nacionales o disciplinares puede introducir prejuicios ideológicos y estéticos que nos oculten “La Visión” del compositor, o como dicen los científicos, “contaminen el experimento”.

Quizás estamos ante una manera “otra” de pensar la investigación, empezando por la condición “liminal” de la creación, -sea de Marvin Camacho o de la música iberoamericana-, como posibilidad de contemplar esa historia que vislumbró Walter Benjamin en el Angelus Novus de Paul Klee. Y por eso, es con la memoria del Angelus Novus que deseo introducir una meditación sobre Las memorias de Sibö

Contemplar las ruinas del re-nacimiento

Conocida es la reflexión de Benjamin el filósofo, acerca de esta obra de Klee el artista: un ángel que contempla las ruinas que la Historia va dejando a su paso. La música del compositor-escritor (Camacho), en diálogo con la obra gráfica de otro artista (Adrián Arguedas), vislumbran los retos de una cultura, la Bribri y Cabécar, pero también la Occidental, la de “El Arte” y su carga histórica, colonizadora ella misma de imaginarios “otros”, como el de los “pueblos indígenas”.

En este re-memorar, Camacho y Arguedas piensan el proceso creador no desde “la nada inicial”, sino desde “la memoria”, contemplando las ruinas del renacimiento. La cosmogonía de Sibö, re-materializada en la obra de “arte contemporáneo”, en inquietud existencial a través de “el resto”. No estamos ante un re-membrar arqueológico, sino ante una “arqueología del presente” (1).

Tomar leyendas indígenas como “materia prima” para la creación “de arte” no es algo nuevo, el indigenismo y el indianismo han hecho de ello una tradición enraizada en los programas nacionalistas del siglo XX, y no sólo en Iberoamérica. Un ejemplo muy actual es la instalación audiovisual “Black Lake” de Björk, para la retrospectiva que le dedicó este año (2015), The Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York. En “Black Lake”, Björk se representa ella misma como “indígena” islandesa, “mujer” y “artista occidental.” El curador de la retrospectiva comenta: “The finished work includes motifs from the Icelandic landscape, its flora, and the changes of states of matter from liquid to solid, as well as the ideas of pain, perishing, rebirth, and regenerating new energies.” (2)

¿Por qué razón debemos negar o enaltecer la presencia de una intencionalidad similar en Las memorias de Sibö de Camacho y Arguedas? La idea de creación y destrucción, de renacimiento y regeneración, están tan presentes en esta obra como en la propuesta de Björk. Ella recurre al paisaje, a “la tierra”, al cuerpo, a la idea de “raíz ancestral” de su Islandia natal; ellos, a los de Costa Rica, representados en sus “indígenas”. No nos escandalicemos con la comparación. Los tres son contemporáneos, nacidos en los sesentas, y también son herederos de esas “ruinas” a las que Benjamin piensa y Klee dibuja.

Volver la mirada hacia “la tierra”, hacia “lo ancestral” en algo que se considera “propio”, no es un recurso novedoso, pensarlo como “indígena”, tampoco. La diferencia está en que vivimos otro siglo (el XXI), y estas “arqueologías” audiovisuales representan un fenómeno, y constituyen una “resistencia” dentro de la creación actual. La canción de Bjork… de Sibö (según Camacho)… remiten a La Creación, a la pérdida y al desencanto… a La Familia desmembrada, pero también, a la fertilidad de las cenizas.

Misticismo en tiempos del capitalismo salvaje

Parafraseando al compositor español Tomás Marco, puede afirmarse que el pensamiento sonoro de Marvin Camacho está vinculado con “la creación musical como imagen del mundo entre el pensamiento lógico y el pensamiento mágico” (1993). Y en esta conjunción, su proceso entra en diálogo con las búsquedas de otros pensadores sonoros de diferentes orígenes, latinoamericanos como Cergio Prudencio, de la Europa del Este como Arvo Pärt o Sofia Gubaidulina, o de los Estados Unidos, como John Adams.

De modo similar que en sus Siete Haikus, Marvin Camacho utiliza recursos minimalistas, aleatorios y espectralistas, componiendo una estructura aerófona compleja. El quinteto de vientos occidental en comunión con las ocarinas indígenas, crean un espacio sonoro que respira, inhala, exhala, vive… de ese espacio brota el “dios”, imagen del Creador. Los trazos de las obras de Adrián Arguedas entran en perfecta comunión con la propuesta sonora y literaria, son mínimos, expresionistas, pero también objetos rituales, mágicos. No encontramos en ellos desgarramiento, sino el ejercicio “demiúrgico”, la entidad que sin ser necesariamente “creadora” es impulsora del universo.

Marvin Camacho piensa desde su “sonido propio” memorias de “lo indígena”, y las inserta dentro de un “misticismo actual”, en tiempos del capitalismo global y salvaje. Retomar la mitología de los pueblos Bribri y Cabécar (Los Talamancas), se convierte en herramienta para una resistencia espiritual de la voluntad artística, que no cede a los embates del mercado de las tendencias. El suyo sigue siendo un “arte comprometido”, como el de la posguerra. Una música “de arte” que aún cree en el ser humano libre, en tiempos en que el neoliberalismo devora los recursos de La Tierra, y suma cadáveres en las guerras pagadas por emporios transnacionales. Algo que ya comenté acerca de sus dos producciones anteriores: Rituales y Leyendas (2012), y Salmos cotidianos (2013).

Uno de los principales retos de los compositores y compositoras iberoamericanos, al insertarse en el mercado de la música “de arte”, académica o “de avanzada”, es el sello identitario que implica la relación con un determinismo geográfico, con una nación o comunidad. Y sí, también cuando se tratan temas vinculados con “lo indígena”, ¿nadie se lo cuestiona si se trata de Björk? Es “arte moderno” y se legitima en el MoMA. Si lo hacen dos artistas costarricenses, como Camacho y Arguedas, es “arte latinoamericano”. Sello diferencial de valor, pero también estigma.

Si tomamos Las memorias de Sibö como “arte indigenista” o “latinoamericano”, nos quedamos con una obra atrapada en estos estereotipos “de mercado”. Perdemos la capacidad de entrar en sus habitaciones más oscuras y radicales, donde el compositor-escritor y el artista, piensan y dialogan acerca del “ser creador” en tiempos donde el “ser humano” es reducido a “productor y consumidor”. Las memorias de Sibö son meditaciones, el ejercicio de un estado de atención concentrada sobre un pensamiento, y sobre la propia conciencia, en ese acto que nuestra especie tanto enaltece de sí misma, y parece ir perdiendo… la imaginación.

Susan Campos Fonseca

Notas discográficas (versión revisada)

Las memorias de Sibö (2015)

__________________

Imágenes: Obras de Adrián Arguedas para Las memorias de Sibö de Marvin Camacho.

(1) Susan Campos Fonseca. “¿Arqueologías sonoras del presente?”. En: Boletín Música No. 37, Estudios Culturas Originarias de America, Casa de las Américas, La Habana, Cuba, 2014, pp. 27-43.

(2) Klaus Biesenbach. “Klaus Biesenbach, the man behind the MoMA’s new Björk show, looks at the artist’s immense visual legacy and her new video”. En: DazedDigital.com 


Por: Susan Campos Fonseca – Fuente: www.susancamposfonseca.com